Mein Leben, Meine Kameras

Alex Stuparich

Mis primeros salarios como músico de la orquesta sinfónica de Concepción los usé para pagar mi herramienta de trabajo: una pálida viola “Humberto Águila” que su autor había construído como proyecto de graduación de la Escuela de Luthería de Tucumán. 

Con eso ya resuelto, el siguiente sueldo (imaginen a un muchacho de 18 años, ya con novia, sin mayores obligaciones y con el dinero quemándole en el bolsillo) se fue íntegro en comprar una cámara fotográfica. Corría el verano de 1979 y Casa Orellana era la mayor (¿la única?) casa de fotografía de la ciudad, de hecho con un segundo local dedicado exclusivamente al negocio de revelado de película. El escaparate de Orellana tenía media docena de modelos pero no cabía duda que la más tentadora era la recién llegada: la Canon AV-1. 

Se trataba de una SLR (Single Lens Reflex) de 35 mm con prioridad de apertura. Otro modelo, AE-1 con prioridad de velocidad de obturador resultó más popular, pero sin duda fue la AE-1 Program que vendría poco después la que se transformó en el verdadero clásico y punto de referencia para Canon, casi tan importante como su contraparte de Nikon, la mítica FM2 producida hasta el 2001 y venerada hasta hoy. 

Recordemos que de 1975 a 1985 había una intensa competencia entre los principales fabricantes, Nikon, Canon, Pentax, Minolta y Olympus, debido al desarrollo dramático de los avances en automatización electrónica de circuito integrado. Las marcas se iban superando continuamente con modelos que presentaban características más automáticas, produciendo no sólo alta gama sino además supliendo un creciente mercado de consumo que buscaba una cámara de 35 mm asequible y con todas las nuevas funciones.

Gracias a esta automatización la operación de la Canon AV-1 resultaba simple. Luego de instalar el rollo de película y haber seleccionado su sensibilidad o “asaje” (de 25 a 1600 ASA), bastaba con escoger la apertura en el anillo del lente, presionar el obturador a medio camino (para ver en el visor la velocidad escogida por la cámara, desde 2 a 1/1000 segundos), enfocar manualmente el prisma y disparar. 

El lente que acompañaba a éste y otros modelos era siempre el “normal” de 50 mm f/1.8. Los hermosos afiches publicitarios de Canon daban cuenta de un centenar de lentes disponibles con montura FD, desde ojos de pez de 7.5 mm hasta los súper telefotos de 600 mm usados en las Olimpíadas de Los Ángeles y la Copa de México ‘86. Pero para el típico Canonista bisoño el santo grial, para el que habría que viajar a las intimidantes tiendas de nombre alemán de la capital, era el zoom FD 70-210 mm f/4. 

La cámara me acompañó durante toda mi juventud, retrató a mi primer hijo y sirvió bien en capturar mi nuevo país, Sudáfrica. Hubo exploraciones por Zimbabwe y Zambia con su fauna salvaje en los grandes parques nacionales, también documentando los chocantes elementos del Apartheid. 

Habiendo cambiado mi residencia a Canadá, fue bien entrada la era digital en que decidí reemplazarla. Las cámaras del nuevo formato Micro Four Thirds impulsado por Olympus y Panasonic se adecuaban mejor a mi preferencia por lo pequeño, escogiendo una Lumix GF1 y un par de diminutos lentes tipo panqueque. Innovadora para su tiempo (2009) la GF1 tiene 12 megapixeles y se la presentaba como “la más pequeña cámara de lentes intercambiables con flash incorporado”, aparte de filmar video en 720p.

Fueron diez años con muchas satisfacciones como cámara de viaje. Su tamaño era ideal, las fotos buenas. Su lente original, el panqueque Lumix G 20mm F1.7 ASPH con distancia mínima de enfoque de 20 cm proporcionaba un hermoso bokeh y es hoy clásico de culto. 

Con los años el cuerpo se fue estropeando; las tapas de los lentes se perdieron fotografiando en una carrera de ambulancia rumbo a una reservación indígena en Northern Saskatchewan, la de la batería voló en un accidente en la bahía de Sorsogon, en Filipinas. La cámara “murió” y resucitó de una inmersión total en las cataratas del Iguazú. Su cuerpo se fue hinchando como una batería vieja. 

A pesar de todas las especificaciones técnicas que se actualizaban de generación en generación y que están claramente anticuadas en la GF1, me siento conforme con su resolución. Su velocidad de AutoFoco, de ráfaga (para mí irrelevante), el tamaño del sensor, incluso el rendimiento ISO (máximo 800), todo lo que una cámara hace mejor en estos aspectos no me importa mucho, aunque me fui dando cuenta que mi principal problema con la GF1 en comparación con los nuevos modelos disponibles era el balance de blancos y los colores que me da. 

Del modelo GF1 ya pocos se acuerdan. El grupo de usuarios Lumix GF1 en Facebook languidece con su más reciente posteo fechado Septiembre de 2013. Los pocos que aún la utilizan es porque buscan diferenciar su material, como el fotógrafo de modas canadiense Koby Inc que insiste en la GF1 en busca de un toque personal. 

¿Cuándo es hora de actualizar una cámara? Cuando uno ya no está contento. Si no, guárdala hasta que ya no estés contento. Sin embargo, me puse a averiguar si las ofertas más nuevas abordan mis problemas con la GF1 sin eliminar lo que me gusta.

¿Por cuál cambiarla? Sabía que quería un equipo que pudiera llevar siempre conmigo. ¿Full frame? Añadí la Sigma FP a la lista (pero y la ergonomía). ¿Ricoh GR III? (pero y óptica fija). ¿Olympus OM-D? Podía ser, aunque no me atraía el estilo a la antigua con imitación de  pentaprisma; buscaba algo discreto, no un accesorio de moda. ¿Fuji series X? Me atraia bastante, había arrendado una X-Pro2 y me gustaban sus simulaciones de película. Además, evitar tiempo en post es algo que va bien conmigo, soy de los que sienten que hasta hacer crop es poco ético. Pero la encontraba pesada, no me veía viajando con ese ladrillo de medio kilo. Volvía a mirar a Sigma, Ricoh, y así en un círculo vicioso.

La respuesta se me ha develado en un sueño. Un estudio de televisión. Los focos reflectores son implacables, los pobres actores transpiran como pollos rostizados bajo gruesas capas de maquillaje y unos absurdos disfraces. En la escena que se filma el Guasón ha logrado su cometido, ha construido una maquinaria infernal. Batman/Adam West está atrapado pero no se ha rendido y susurra en doblaje mexicano: “Las únicas cosas que van a duplicar con ese artefacto serán sus sentencias de prisión”.

El Acertijo toma una gran bocanada de aire e interpela: ¿Qué es pequeño y liviano pero no vuela, cabe en una cartera pero no peina, es ergonómico pero no vibra, apunta y dispara pero no mata, no tiene espejo pero retrata, tiene lentes intercambiables y grandes resultados de color? Primer plano a Robin quien está nervioso, su mente está en blanco, sólo en ese momento recuerda que alguien lo llamó “diverso” a la entrada del canal. Santa artimaña! Primer plano a Batman, que también parece (como yo) perdido, transpira (transpiro yo), debe pensar rápido (debo decidir), el traje le aprieta y la capa le pica. Finalmente mira a su alrededor y advierte la paleta de color: Velvia VIVID +Yellow.  “Fuji XE-3, lentes primarios F/2.” POW!!!! Plano holandés.

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© 2019 Caption Magazine. ISSN 0716-0879