Jorge Villa Moreno: CÁMARAS ZENIT

Cámaras fotográficas del mundo, ¡uníos!

Por Jorge Villa Moreno

Más allá de los primeros recuerdos familiares que todos tenemos, una imagen televisiva marcó mi adolescencia: por pantallas de tevé abierta vimos el partido entre Colo-Colo y Boca Juniors en mayo de 1991. Haya sido o no fanático del fútbol, la televisión fue el canal por el cual todo un país fue conducido un tanto adormecido por la transición democrática chilena.

 

 

Por entonces todo partido jugado en el sur de América llegaba a un punto de ebullición que terminaba en grescas tales que amenazaban con terminar el juego. No había novedad en ello, pero en particular ese (des)encuentro entre chilenos y argentinos pasó por una transición propia aún más árida. Fanáticos en la cancha, perros policiales mordiendo un glúteo del arquero Navarro Montoya; pero una imagen quedó más marcada en mi memoria: los fotógrafos al borde de la cancha ocupando sus cámaras como boleadoras. Si desde la antropología se hablaba de la cámara como un arma, era en el plano de la semiótica. Lo que vi por televisión fue otra cosa, la masa de las cámaras como un peso ocupado como defensa personal frente a los jugadores de Boca que se habían tomado a mal que la primera línea de gráficos chilenos se hubiesen instalado masivamente detrás de su arco. Fue un estado tal de materia y brutalismo que se quedaría fija en mi memoria. En mi archivo personal se antepuso la imagen de los fotógrafos como verdaderos supervivientes y sus “boleadoras de 35mm” a la imagen publicitaria de Marlboro y su jinete de parquet laceando caballos peinados por peluquera.

Treinta y tres años después resulta imposible pensar en una acción tal, ya sea por la baja en la materialidad de las cámaras como por la civilidad forzosa de leyes y penas que ha llegado a las canchas a nivel global. La cámara fotográfica ha vuelto a su estado simbólico; la cámara que hoy es un arma es el panóptico de la vigilancia.     

Zenit E con objetivo Industar 50-2 50 mm f3,5 y fotómetro de selenio. © Alvintrusty / Wikimedia Commons.

Breve genealogía desde el ataúd de madera a la petaca de metal

La historia de las cámaras en general parte en Francia. De alguna forma se mantiene una era de antigüedad entre francos e ingleses peleando por patentes y monopolio del invento, que de alguna forma sería la primera “Guerra Fría”. Luego se traslada a Estados Unidos con la Brownie y después Alemania prácticamente inventa lo que hoy consideramos como fotografía-boutique, un eufemismo para hablar de Leica. De ahí las guerras abren el mercado en abanico a países como Suecia con su Hasselblad y ya después el mercado de cámaras se instala en Japón con marcas que eran copias de las que se producían en Europa y comercializadas en Norteamérica, otra forma de guerra fría.     

En paralelo y muy dejada de lado está la historia de las cámaras rusas, que partiendo con Zorki como la copia más fiel de Leica, llegando al despreocupado mundo de la “lomografía”, o fotografía boutique-desechable del mundo hipster. Pero estamos olvidando la cámara réflex más vendida en toda la historia, la Zenit.

Source: Wikimedia Commons

La Zenit es una marca para cámaras producidas en la misma fábrica KMZ (Krasnogorsk, Rusia) donde se producían las Zorki, pero enfocadas al mercado SLR. Es sabido que fue fundada en 1952, pero no existe una fecha exacta para su aparición más que su primer tiraje comercial masivo correspondiente a 1954. Se trata de una versión mejorada de la copia que Zorki había hecho de la Leica II; pero por esas mismas fechas ya circulaba la primera cámara Nikon “F“, que sería el modelo a seguir en modelos SLR. Quién copió a quién nunca lo sabremos.

En dicha época los lentes eran más pequeños, pero al cambiar el sistema de montura de rosca, y con ellos su diámetro, los lentes crecieron en general. Antes de los setentas sería Zenit la marca que llevaría la batuta en electrónica respecto a cámaras, tanto así que su modelo “E” (1967) pararía la producción de cualquier otro prototipo ya que sólo pudo ser mejorado por marcas japonesas y europeas por precios que por lo bajo la doblaban. Pese a ello, fue el modelo más vendido de la historia (cerca de 16 millones según Wikipedia). Las cámaras fotográficas fueron también un dispositivo silencioso en la guerra fría, y como toda guerra lo que subyace es búsqueda de instalación de una hegemonía.

En ese momento la búsqueda de la marca no estuvo en revelar la próxima tecnología, si no en tomar posesión de un público cautivo, en masificar la marca abaratando costos de producción (trasladando su base de operaciones a Bielorrusia), hasta su cierre definitivo en 2005.

ЗЕНИТ, el tanque imperfecto

Para aquellos que fuimos formados en la era analógica de la fotografía, Zenit nos refiere a la cámara estándar del aprendizaje básico.

Zenit es una escuela por sí misma. Personalmente recuerdo haber ocupado una Zenit 122, que pertenecía a una generación posterior a los “tanques” de las series anteriores contenidos en una carcaza completamente metálica. La 122 como sucesora, la 122dx, tenían los mismos pro y contras de Zenit en general: construcción robusta, óptica Helios de gran apertura (f:2), un bokeh circular prácticamente desaparecido en la era digital y una relación precio/calidad insuperable. Los contra, si bien se trataba de cámaras hechas para durar, un clásico del “feeling” ergonómico era la sensación de que en cualquier momento se separaba la parte plástica de la metálica que contenía sus botones y rodados.

Sólo cinco velocidades planteaban un problema al momento de aprender a manejar barridos y acciones en movimiento. Un sine qua non de Zenit y que pocas personas se percataban es que por el visor se veía un 80% del total del fotograma real; esto era producido por un espejo de tamaño más pequeño que el rollo. En última instancia, y de forma más aleatoria, uno de sus contras es que sus controles de calidad eran muy bajos, por lo que siempre había alguna pieza que rectificar. Muchas veces el espejo no estaba calibrado respecto al enfoque de la toma final y también respecto al visor; otro clásico para el usuario era el rebote de las cortinas de género (o materiales más pesados en modelos anteriores) que dejaban entrar luz en los extremos del fotograma. Anteriormente demeritado como un error, hoy en la era digital, considerado un recurso estético “glitch”.

El primer modelo de la Zenit, 1952. © Pete from Leeds / Wikimedia Commons.

Quien no perdió un rollo completamente velado, que no bobinó, o que no vio mermada su expectativa de resultados después de ocupar una Zenit no supo lo que era la escuela análoga de Zenit; esto se refiere a cuando el profesor o quien enseñaba te mandaba de vuelta a tratar de dilucidar cual había sido el error específico en tu cámara y debías entregar el trabajo rezagado y con un punto menos en la nota final.

Zenit, pese a todos sus errores y correcciones, imposible enojarse con ellas. Son prácticamente un artículo de sobrevivencia, una navaja rusa, una brújula rusa, un recuerdo de nuestra edad “Boy Scout” de descubrir el mundo a bajo presupuesto pero obteniendo una habilidad nueva: saber cómo funcionan las cosas.

Zenit 122. © Jorge Barrios / Wikimedia Commons.

Acerca del Autor:

Jorge Villa Moreno (Illapel, 1978). Licenciado en arte y fotógrafo, ha trabajado con las instituciones culturales más relevantes de Chile, con las cuales también ha desarrollado la labor de divulgador de la fotografía, organizando charlas, realizando investigaciones y principalmente creando conciencia desde la mediación sobre el acervo cultural de la fotografía.

Ha realizado variadas muestras de su trabajo, destacando su énfasis pionero como en 2014 realizando la primera exposición a nivel nacional a partir exclusivamente de la cámara de su celular, montada en la ciudad de Quilpué, región de Valparaíso. También en 2017 realizó un taller de fotografía para niños del primer ciclo escolar llamada “Fotografía Libre y Feliz” que se exhibió en el entonces Consejo de la Cultura y las Artes, y siendo destacada en la oficial cuenta de Twitter de la presidencia. Es editor y mediador de “La Ruta de Sergio Larraín por Valparaíso” y su proyecto emblemático “Fotomérides”, (ambos en Facebook). Actualmente su gestión va de la mano con el auge del fotolibro durante pandemia, organizando un ciclo de charlas -aún en curso- en el Ministerio de la Cultura, Las Artes y el Patrimonio; en paralelo está gestiona la creación de una fototeca y colección permanente de fotografía en el Centro Cultural Daniel De la Vega en la ciudad de Quilpué. Jorge Villa Moreno ha obtenido becas y fondos concursables en varias oportunidades.

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© 2019 Caption Magazine. ISSN 0716-0879