El rostro de la guerra en Ucrania

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María Senovilla

Los ojos hinchados por el llanto. Incesante. La mirada vacía, incrédula, casi agónica. Y una delicada caricia sobre la bandera azul y amarilla que cubre el ataúd. Lo acarician como si fuera la mejilla de su ser amado. Lo abrazan, negándose a que se lo trague la tierra para siempre. Y lo lloran, lo lloran hasta que se quedan sin lágrimas en los ojos.

Así despiden las mujeres, las madres y las hijas a los soldados que mueren en combate en la guerra de Ucrania. Y mueren más de 100 al día. Cada día. Desde que empezó la invasión rusa el 24 de febrero. Más de 10.000 funerales en cuatro meses, en un país que se está desangrando poco a poco, y que cada día le interesa menos a los medios de comunicación.

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Sucede en todos los conflictos armados. En todas las crisis humanitarias. Durante el primer mes ocupan portadas de periódicos, les dedican minutos en el prime time. Protagonizan todos los debates. Pero a partir del tercer mes, el foco mediático se va apagando. Aunque la guerra sea en casa, en Europa. Aunque la onda expansiva haya llegado hasta las gasolineras, los supermercados e incluso hasta el pan que ponemos sobre la mesa en medio mundo. El foco se va apagando. Y dejamos de mirar.

© Maria Senovilla

Pero la guerra de Ucrania no ha terminado. Se ha concentrado en las provincias del este y del sur del país. En el Dombás y en Járkiv. En Zaporiyia. En Mikolaiv. Lugares bombardeados a diario, cada vez con munición más potente –ahora que la comunidad internacional mira menos–.

Cada vez con más aviación, y con más bombas de racimo y de fósforo. El uso reiterado de municiones prohibidas por el Derecho Internacional, y los bombardeos indiscriminados y sistemáticos sobre áreas residenciales no cesan.

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Sólo en la provincia de Járkiv más de 800 civiles han perecido bajo las bombas entre febrero y junio, entre ellos 45 niños. Se han cometido, y se siguen cometiendo, crímenes de guerra que el Tribunal de la Haya ha empezado ya a investigar. Pero ha empezado tarde, cuando el foco mediático ya casi no alumbra Ucrania. 

Perderlo todo en un segundo

Si las pérdidas humanas sobrecogen, el cálculo de los daños materiales también es terrible. En Járkiv, la cuarta parte de los hospitales han sido atacados. Más de 400 escuelas e institutos destruidos. Y unos 3.500 edificios y viviendas han sido dañados por las explosiones. Quienes huyeron de Járkiv durante los primeros días de la guerra, en muchos casos, ya no tienen casa a la que regresar.

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Durante las primeras semanas más del 60% de la población de esta ciudad, la segunda más importante de Ucrania, abandonó la urbe. Decenas de miles de mujeres con niños salieron del país; y familias enteras se fueron a otras regiones y provincias menos castigadas. Los bombardeos no daban tregua. Siguen sin darla. Normalmente se producen durante la noche, cuando la ciudad yace a oscuras por el toque de queda. Las sirenas antiaéreas a veces no suenan a tiempo, y se activan después de las primeras detonaciones. Y ya cada vez menos gente acude a los refugios. Están hastiados de las sirenas, de los bombardeos y de la guerra con la que conviven a diario. Pero cuando uno de esos proyectiles impacta en sus casas, la sorpresa les sobrecoge de nuevo.

Esa expresión de shock, esos rostros de incredulidad que se repiten siempre. Da igual en que ciudad los fotografíes, siempre es la misma expresión. Luego llega la rabia. Todos se preguntan “¿por qué a mí?”. Pero no hay respuesta. Solo cristales rotos por todas partes, escombros y un fino polvo blanco sobre cada superficie.

© Maria Senovilla

Las personas que resultan heridas durante las explosiones a veces ni siquiera reparan en la sangre de brota de su cuerpo. El shock anula el dolor.

No es fácil disparar la cámara en mitad del shock y del sufrimiento. No es fácil preguntar a las víctimas “¿y ahora qué? ¿tienes un lugar para dormir hoy?”. Pero a lo largo de estos cuatro meses de conflicto el pueblo ucraniano ha dado una lección al mundo –y a los periodistas que les hemos acompañado para documentar la gran tragedia del siglo XXI–. Han dado una lección de resiliencia, de entereza, y de una firme intención de reconstruir sus vidas. La guerra de Ucrania continúa. Los muertos también. Y cuantos menos ojos haya mirando, más atrocidades se cometerán. No dejemos de mirar.

 


Acerca de Maria Senovilla:

Periodista y fotógrafa independiente, especializada en estudios de la Defensa y comunicación de los conflictos armados. He trabajado como corresponsal de guerra en Afganistán y África. En Ucrania he cubierto los cuatro primeros meses del conflicto de forma continua, soy una de las informadoras internacionales que más tiempo ha permanecido sobre el terreno, y mi trabajo se ha publicado en el Washington Post, el New York Times, The Telegraph, The Guardian, RTVE, Público o El Confidencial entre otros medios.

Formo parte de Archivo Covid, el gran archivo fotográfico de España sobre la pandemia, que custodia la Universidad de Alcalá.

Equipo Utilizado:

Cámaras: Fujifilm X-T3, X-T2

Sitio Web:

instagram.com/mariasenovilla

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© 2019 Caption Magazine. ISSN 0716-0879