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Elde Gelos

La fotografía trabaja en un fabuloso engranaje con la memoria. Produce algo que llamo el efecto linterna de noche. Es decir, sobre un territorio que teníamos fuera del radar y con mínimas referencias es capaz de ofrecer una isla de luz que se recorta sobre el fondo negrísimo ofreciendo muchísimos detalles de insólita concreción y abrumadora verosimilitud. Generalmente es entonces cuando caemos en la cuenta de que sí, que esa información estaba ahí abajo, desaparecida de lo visible y enterrada por la pátina acumulada de los días.

Soy fotógrafo desde el año 1988, año en el que comencé a hacer de la fotografía una actividad simultánea a mi vida, cuando era un tímido estudiante universitario en Madrid. No he dejado de fotografiar desde entonces. He ido acumulando ese material en capas con cierto orden y convencimiento, pero  siempre sin saber muy bien cuál era el sentido último de esta disciplina. Nada de eso ha cambiado. Probablemente como todos los oficios, lo sagrado está en la repetición insistente, en tener la convicción suficiente para no abandonar la actividad asumiendo naturalmente que hay momentos en los cuales se flaquea con especial fuerza. Pero pasan y uno sigue ahí afirmado a aquello en lo que cree. Frente al derrumbe de muchas cosas, la fotografía permanece incólume.

Conil, 1992. © Elde Gelos

He tenido mis maestros y mis lecturas. Es un proceso abierto, todavía siguen llegando. De aquel periodo inicial de aprendizaje quedaron en mí, frente a muchos otros consejos a las que fui refractario o indolente, un par de comportamientos fundamentales: la necesidad de mantener ordenado, que no necesariamente visible, mi propio archivo y la costumbre de llevar una cámara encima. Esto último ha sido cada vez más fácil y es una práctica generalizada con los dispositivos que incorporan los teléfonos móviles. En algún momento era un engorro y la presencia de una cámara, a veces una SLR, muchas una compacta, me hacía ver como un tipo majadero y monotemático. Pero implicaba algo intransable: no dejar nunca de fotografiar.

El resultado material de todo esto son álbumes de negativos, a razón de uno por año hasta el 2003 (fecha de mi digitalización parcial, tras el nacimiento de mi hijo David), con más de un centenar de páginas al menos cada uno, que han ido acumulándose y que me han acompañado en todas mis derivas biográficas. Allá donde voy, mi archivo me acompaña y así hemos atravesado todos los accidentes y la polvareda que conllevan habitualmente los avatares de la existencia: viajes, mudanzas, separaciones.

San Fernando, Cádiz, 1994. © Elde Gelos

Sin embargo, salvo algunas imágenes muy concretas que nacieron con un carácter funcional, siendo parte de la plantilla de algún diario o por frecuentes colaboraciones periodísticas solicitadas, no he tenido nunca una visión panorámica de lo que he ido haciendo. He tenido el hábito de fotografiar, procesar las películas (casi siempre negativo en blanco y negro), y archivar con una información que permitiera datar los materiales, pero rara vez he contado con instrumentos para visualizarlos. La hoja de contactos, que he ocupado poco, me resultaba pobre e insatisfactoria. Y además sospecho que el problema no era tanto ver -como otros fotógrafos viejos también se leer negativos- como elegir. ¿De todos los que están ahí, cuál soy yo? Esa es siempre una pregunta incómoda para alguien que busca su voz.

La pandemia, que todavía dura, apareció para todos en el horizonte como un encierro obligado que podía tener en mi caso una contracara provechosa: la oportunidad de asumir la tarea pendiente de escanear mi material de forma rigurosa, metódica y cronológica. A eso, en paralelo con muchas otras actividades, me he dedicado de manera obsesiva en los últimos meses.

Velada de los Ángeles, Cádiz, 1990. © Elde Gelos

La actividad de escanear lo propio, sobre todo con materiales con lo que hay una gran distancia temporal, comporta dos problemas distintos. Uno de ellos es físico y, como cualquier ejercicio, aburre hasta el cansancio cuando se repite muchas veces. El otro es psicológico pues se trata de mirar en un pasado que siempre ha estado en perpetua mutación. Se produce el consiguiente efecto de abismo y vértigo. Surgen preguntas muy obvias: ¿Quién era yo entonces?¿Dónde tenía depositado mi afán?¿Quiénes son esos que están ahí?¿Por qué hice esto?

Durante el proceso le he hecho llegar muchas de las fotografías a amigos o conocidos con los que había perdido el contacto. La reacción siempre es de pasmosa incredulidad. Como yo, parece que lo hubieran olvidado todo salvo algún mínimo destello. La fotografía trabaja en un fabuloso engranaje con la memoria. Produce algo que llamo el efecto linterna en la noche. Es decir, sobre un territorio que teníamos fuera del radar y con mínimas referencias es capaz de ofrecer una isla de luz que se recorta sobre el fondo negrísimo ofreciendo muchísimos detalles de insólita concreción y abrumadora verosimilitud. Generalmente es entonces cuando caemos en la cuenta de que sí, que esa información estaba ahí abajo, desaparecida de lo visible y enterrada por la pátina acumulada de los días.

Sintra, Portugal, 1993. © Elde Gelos

La idea del tiempo es especialmente gravitatoria a la hora de enfrentarnos al archivo. El levantamiento de las imágenes sumergidas, algo que me imagino siempre como una tarea con la complejidad y la delicadeza que requiere desenterrar un gran navío del fondo marino, pone en duda no solo el instante en el cual esas imágenes nacieron, sino también la consistencia del propio tiempo que estamos viviendo ahora. Estaban en su momento, como todo lo que ocurre en el presente, llenas de una contundencia arrebatadora, tan concretas que dificultaban la posibilidad de cualquier distancia o abstracción. Sin embargo, una vez que todo pasa y  después de haber sorteado las aguas bravas de la existencia, recalaron en la bahía calma del archivo donde parecen dormir perezosas el sueño de los justos.

Avilés, Asturias, 1995. © Elde Gelos

El otro aspecto interesante para mí es la idea de cómo se constituye el lenguaje fotográfico, materia a la que le he dedicado algo de energía en el ámbito de la docencia académica, en el recorrido del archivo. Supongo que debe haber dos tipos de personalidades fotográficas que implican sendos comportamientos. Son, por supuesto, categorías conceptuales para acercarse al fenómeno. Lo habitual es estar a caballo entre ambas situaciones. Por un lado están quienes tienen ya una estructura definida en relación a su quehacer como operadores fotográficos: saben qué realidad fotografiar, qué decir a propósito de ella en función de unos intereses predefinidos y cómo resolverlo desde el punto de vista técnico con equipos y materiales coherentes. Un segundo comportamiento, al que me adscribo, tiene que ver con la idea de fotografiar para descubrir todo lo anterior. Es decir, el lenguaje fotográfico entendido como un magma de cosas que se están formando ahora, que responde mucho más a una intuición más que a un convencimiento, en permanente movimiento y con una deriva muy a menudo azarosa. El territorio del archivo es, para quienes nos ubicamos aquí, un lugar de afirmación. Las imágenes, con mucha más contundencia que las palabras, dejan en evidencia quiénes somos, cuál es la postura que tomamos en cada caso y, en definitiva, por qué seguimos en esto.

Chiclana, Cádiz, 1994. © Elde Gelos

Biografía:
Elde Gelos (Miguel Ángel Felipe Fidalgo, Asturias, 1969) es fotógrafo, periodista por la Universidad Complutense de Madrid y editor. Vive en Chile desde 1996 y ha desarrollado su obra en España y en Sudamérica. Es cofundador de Humo -junto al Miguel Ángel Larrea-, una iniciativa para el desarrollo de proyectos fotográficos. Dirige el sello independiente Ediciones La Visita, que ha publicado desde el año 2009 numerosos fotolibros y fanzines en Chile. Es autor de los fotolibros “La piedra en el aire” y “Berma”. Trabaja como editor fotográfico del diario Las Últimas Noticias.


Equipo Fotográfico:
– Cámara Minolta X300
– Nikon FM2 y diversos lentes.
– Cámara compacta Yashica T4

Sitios Web:
eldegelos.com
@eldegelos

Todas las fotografías publicadas aquí tienen el Copyright del respectivo fotógrafo.

© 2019 Caption Magazine. ISSN 0716-0879