Yago Ruiz: A CLOWNING STORY

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Mattie & Walker: A Clowning Story

Por Yago Ruiz

El mundo de los payasos, o “Clowning” como es llamado en lengua anglosajona, es una profesión en claro declive y destinada a una pronta desaparición, al menos en la forma en que se ha entendido en los últimos 250 años. El concepto ha cambiado sustancialmente, sobre todo a raíz del cine y series que en los últimos tiempos han convertido a la figura del payaso en algo despreciable y aterrador. Ser payaso hoy día es, por tanto, un acto casi heroico al que pocos quieren someterse. Es, en el fondo, pura vocación.

 

Mattie Faint es un payaso de 69 años ya retirado y residente en Farringdon (Londres). Desde su jubilación se dedica fundamentalmente a la conservación de las piezas del museo de la asociación “Clowns International”, la agrupación de payasos más antigua del Reino Unido, y a la organización del llamado “Grimaldi Service”, una misa en honor del payaso más famoso del país anglosajón durante el siglo XIX y que se realiza todos los años el primer domingo de febrero en la Iglesia “All Saints’”, en Haggerston. A Mattie le conocí precisamente en aquella celebración, cuando al final de la misma charlamos un rato y me dio su teléfono. Era el principio de una gran amistad y el viaje a través de una vida plagada de experiencias merecedoras de recordar.

© Yago Ruiz

Mattie ha trabajado como payaso durante más de cincuenta años, destacando veintiséis de ellos en un Pub de Londres, y otros diecinueve en hospitales, actuando fundamentalmente para alegrar la vida de niños en tratamiento oncológico. Cuenta que su primer día como payaso de hospital, vio a una pareja con semblante serio a punto de coger el ascensor. Se acercó a ellos y les comentó que todo iría bien, con aquella sonrisa propia de payaso que él había desarrollado a lo largo de los años. Resultó que aquellos padres habían perdido a su hijo. Mattie lo cuenta con pesar, pero también con la convicción de, durante tanto tiempo, haber hecho que la vida de todos aquellos niños fuera más feliz, o al menos más llevadera.

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Mattie es propietario de un estudio donde tiene todo el material del museo. Un oscuro y estrecho sótano. Hay piezas de más de doscientos años de antigüedad, como trajes, “gadgets”, banderolas y fotografías. Cuando llegó la pandemia la asociación no pudo recaudar el dinero suficiente para seguir pagando el alquiler del local donde tenían el museo y Mattie se llevó todo a su estudio. Comenta con una sonrisa que no parece que todo aquello vaya a salir de allí con prontitud. Tampoco tiene a quién dejárselo cuando él ya no esté. Sonríe, pero se vislumbra cierta tristeza en sus ojos.

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Me cuenta todas estas cosas mientras se maquilla y se viste. Se transforma: de ser un hombre amable, de trato y conversación agradable, que pasaría desapercibido con facilidad, a un payaso de estilo clásico, con su traje de colores extremos, zapatos absurdamente grandes y como no, nariz postiza de color rojo, que además se ilumina gracias a un pequeño interruptor oculto en el traje. Gracias a la transformación revive en él esa vitalidad propia del personaje, que le permite desprenderse de cualquier atisbo de persona seria para empezar a soltar carcajadas con una facilidad abrumadora.

Terminamos yendo a su piso, en la parte alta del edificio, donde me ofrece café y me invita a subir a su terraza, construida por él mismo y donde puede disfrutar del escaso sol de Londres. Después bajamos a la calle, donde saluda a vecinos y viandantes por igual. Ama actuar, aunque sea sólo para mi cámara. Está entregado como si tuviera 20 años y fuera su primer show ante el público.

Cuando terminamos el paseo volvemos a su estudio y se quita el maquillaje y el traje. Su semblante, siempre amable, parece perder algo de vida, aunque hay atisbos del personaje incluso en el acto de dejar de encarnarlo. Resulta evidente que Mattie seguiría poniéndose el traje si sus 69 años se lo permitieran. Lo echa de menos.

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El contrapunto es Phillip Breen, también payaso, con 64 años y que lejos de estar retirado, trabaja a diario sobre el escenario. Parece que tiene veinticinco, por su vitalidad y presencia ante el público. Phillip es de familia de payasos desde hace 200 años. En su Facebook se pueden ver fotografías de sus tatarabuelos actuando. Phillip es una genialidad, una fuerza de la naturaleza.

Hoy día actúa bajo el seudónimo de Whimmie Walker en el circo ambulante Zippos, uno de los más importantes del Reino Unido, fundado en 1984, y su personaje es el principal de todo el show. Cuando me presento, inmediatamente me invita a su caravana – cuyo interior es un caos absoluto – y me dice que podría tener una el triple de grande pero que él “pasa de esas cosas”. Ha actuado por medio mundo, y hace esto por pura vocación y amor al arte. Sólo me deja tomarle un par de fotografías en la caravana, pero durante las tres actuaciones del día en el Zippos tengo vía libre. Es siempre la misma actuación pero siempre sorprende. Phillip hace malabares con raquetas, maletas y pelotas de tenis. Toca la trompeta. Corre de un lado para otro. Simula un combate de boxeo con Paulo, la otra estrella del circo. Phillip dirige la actuación de dos horas de duración. Tres veces al día. Agotador.

El rato de la caravana me cuenta que los payasos clásicos (como Mattie) no le interesan. Su maquillaje es sencillo y sus ropas menos extravagantes, pero su actuación es sublime. El público disfruta, se ríe y aplaude. Entiendo que sea adictivo para él. Es una estrella.

© Yago Ruiz

Quedamos en vernos más adelante, para trabajar más en la persona real y menos el personaje.

En eso consiste todo esto, en buscar la frontera entre el payaso y el hombre. Entre la persona y el personaje. Tanto en el caso de Mattie como en el caso de Phillip la línea divisoria es en muchas ocasiones, muy difusa, y requerirá de tiempo hasta delimitar cuándo están actuando y cuándo no. Seguro que esa frontera provocará una sonrisa y más de una carcajada.

© Yago Ruiz

Acerca del Autor:

Yago Ruiz (España, 1985) es un fotógrafo residente en Londres y galardonado nacional e internacionalmente.

Después de una profunda experiencia vital durante un viaje a la India y Nepal en 2008, decide usar la Fotografía como forma de expresión para narrar la vida y la cultura de las personas que se encuentra en sus diversos viajes.

Ha publicado dos libros, Etiopía (2016) en solitario y Tras los pasos del Cofrade (2017) en conjunto con la agrupación fotográfica de Alcalá de Henares (Madrid).

Hasta ahora ha visitado más de treinta países y durante los últimos ocho años ha vivido entre Etiopía y el Reino Unido. Actualmente continúa retratando el día a día del Ser Humano en toda su diversidad sin importar ni el momento ni el lugar.

Siempre en el contexto de los viajes, el fotorreportaje, el retrato y la fotografía de calle son sus estilos más significativos y donde su firma personal está más presente.

Equipo:

Cámaras: Leica M10, M262
Óptica: Leica Summilux 35mm ASPH FLE, 28mm Summicron ASPH, 75mm APO

Enlaces:

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© 2019 Caption Magazine. ISSN 0716-0879